lunes, 10 de octubre de 2011

071010



// Me desahogo con la almohada. Estoy a punto de caer por el filo de la cama. Hay un silencio que gotea y una mascota que se acurruca en el sillón. Mi madre se fue a echar suerte por otros lares, mi padre duerme entre nostalgias polvorientas y mi hermano ama en un lugar lejano que me vio crecer. “I” no es más que un montón de cartas, “F” se escapó por los caminos de la vida y “M” jamás existió. La casa parece un fantasma errante y las ventanas no parecen dibujar un exterior. Oigo los pájaros que se acomodan en el techo y a mi alrededor, solo las cajas que encierran el pasado. El fantasma (parece ser) soy yo, el eje de una historia que metamorfosea el resto pero me deja como evidencia de lo que “ha sido”. De golpe, la frase de Barthes escrita en la pared me toma por la espalda y me abraza para que pueda dormir: “La vida está hecha a base de pequeñas soledades”. Ya lo creo. Hoy estoy sola, me sé sola. Soy ese punctum, esa foto borrosa, esa palabra que queda en loop a través del tiempo. Y me duele el tiempo que pasa y me mezquina un poco de paz. Me duelen los secretos que me guardo para mi, lo que no se dice y el abrazo que no llega. Me duele la nostalgia y lo que fuimos. Me duele la vida, el pecho, lo que no late, lo que se muere adentro. Me duele el egoísmo de saberme marchita, el olvido, la rutina. La tierra en los zapatos, las sábanas sin color. Me duelen las camas tibias, los perros inocentes, el pasto crecido, las tejas rotas. Me duele la media sonrisa, la conversación banal, el sin sentido. Me duelen las manos, el pelo que crece, las uñas despintadas. Me duelen mis padres y mis amores. Las casas que he visitado y las veces que lloré. Me duele ser un comodín, un oyente. Me duele la indiferencia a nuestros propios motivos, el espejo, la carne, el suelo que una vez pisaste. Es mucha angustia, mucho drama, mucho dolor. Y sin embargo, no pido morir. Todo continúa su curso carente de magia. No me salvará el amor ni la exaltación de la vida. Solo yo misma podré aceptar el vacío y finalmente existir en la libertad del abandono de todo recuerdo. //

(un año. me leo y no me reconozco)

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