Anoche soñé con un cronopio que espera parado en una esquina, de una calle, de un barrio, de una ciudad, de una provincia, de un país, de un continente, de un mundo, de un universo, de un infinito donde habita otro cronopio que no piensa ir al encuentro de un cronopio que espera parado en una esquina, de una calle, de un barrio, de una ciudad...
lunes, 31 de octubre de 2011
domingo, 30 de octubre de 2011
miércoles, 26 de octubre de 2011
Una escena o un pedazo de vida
Me ponen a recitar una canción que soy yo, un tango que sangra.
"¡La frente en alto! Sos la princesa bárbara, terror de los hombres blandos como el agua", me dice con severidad.
Me levanto, me pongo el turbante (a lo Graciela Borges) y me transformo en una Antígona porteña despiadadamente vengativa enamorada del amor en carne viva.
Tengo mucho ritual pagano encima. En este cuerpo hay muchas batallas y muchas blasfemias.
Soy compañera de las bestias estranguladoras.
Me río de todo eso porque no quiero la vida eterna sino la intensidad del momento.
"Primero hay que saber sufrir" y le muestro la soga atada a la cintura, oculta debajo del vestido negro. Me enojo con la cocina, con las piernas cruzadas, con las promesas tibias.
Camino en círculos, sin dejar de recitar las frases que me complementan:
"...después amar".
Amar en un intervalo sin tiempo y solo al valiente que me entregue la totalidad del universo, ese Aleph debajo de la escalera donde están todas las emociones corriendo al unísono.
Lloro entre risas. Me libero de todo prejuicio.
Y me dice: "Otra vez apareció sin querer Circe, aún más peligrosa y terrible".
Es lógico que eso suceda.
Mi compatriota (Julio) la trajo al mundo para que pueda juntarme regularmente con ella a tomar el té y fabricar bombones de veneno para matar,
morir y volver renovada a esta vida insulsa que nos ata.
Se acorta la cadencia de las palabras.
"...después partir y al fin andar sin pensamiento".
Ya pasó todo. Una vez más. Una historia más.
Otro escenario queda vacío.
"¡La frente en alto! Sos la princesa bárbara, terror de los hombres blandos como el agua", me dice con severidad.
Me levanto, me pongo el turbante (a lo Graciela Borges) y me transformo en una Antígona porteña despiadadamente vengativa enamorada del amor en carne viva.
Tengo mucho ritual pagano encima. En este cuerpo hay muchas batallas y muchas blasfemias.
Soy compañera de las bestias estranguladoras.
Me río de todo eso porque no quiero la vida eterna sino la intensidad del momento.
"Primero hay que saber sufrir" y le muestro la soga atada a la cintura, oculta debajo del vestido negro. Me enojo con la cocina, con las piernas cruzadas, con las promesas tibias.
Camino en círculos, sin dejar de recitar las frases que me complementan:
"...después amar".
Amar en un intervalo sin tiempo y solo al valiente que me entregue la totalidad del universo, ese Aleph debajo de la escalera donde están todas las emociones corriendo al unísono.
Lloro entre risas. Me libero de todo prejuicio.
Y me dice: "Otra vez apareció sin querer Circe, aún más peligrosa y terrible".
Es lógico que eso suceda.
Mi compatriota (Julio) la trajo al mundo para que pueda juntarme regularmente con ella a tomar el té y fabricar bombones de veneno para matar,
morir y volver renovada a esta vida insulsa que nos ata.
Se acorta la cadencia de las palabras.
"...después partir y al fin andar sin pensamiento".
Ya pasó todo. Una vez más. Una historia más.
Otro escenario queda vacío.
martes, 18 de octubre de 2011
Nunca ves la misma película dos veces
Balcarce. Escuela primaria. 1994. Ese viernes me gané una entrada gratis para la proyección de El Rey León en el Cine Moderno. Me junté con un grupo en la puerta de la escuela y fuimos caminando hasta el centro. Desde chica para mi el cine es lo que para un fanático católico la misa: un acto religioso en el cual un Dios se transustancia con el correr de los fotogramas. Ante el comportamiento blasfemo de mis compañeros, que hablaban en voz alta y se tiraban cosas, me fui a sentar a otro lado con mi caja de maní con chocolate (la cual debía terminar antes de que empiece la función). Y así pasó delante mío esa historia de leones (¿una versión felina de Hamlet quizás?). Me emocioné con la muerte de Mufasa, me reí con Timón y Pumba y conocí la filosofía del Hakuna Matata. Hoy todo eso volvió, en el 2011. No en forma de fichas (como Alf) sino en su par moderno: el 3D. Antes de entrar a la sala, en otra ciudad, en otra época y cargando una versión distinta de mi misma, me colgué con la conversación de una pareja joven:
ÉL: Todavía no puedo creer que no hayas visto esta película
ELLA: Y yo no puedo creer que la estemos viniendo a ver (se ríe)
ÉL: No seas mala, dale una oportunidad
Casualmente (o no) se sentaron al lado mío. Cada tanto yo lo miraba de reojo porque su cara de emoción estaba llena de esa maravillosa inocencia atemporal. Cuando llegó el esperado reencuentro de los protagonistas y empezaron a sonar los primeros acordes:
ÉL: ¡Esta canción es lo más!
ELLA: (se ríe) Decí que te quiero tanto... (lo besa y lo abraza fuerte)
... y a mí se me escapó un lagrimón por debajo de los lentes tras el impacto del amor que cobraba tridimensionalidad a sólo un codo de distancia. "Can you feel the love tonight?" seguía preguntando la canción. ¡Claro que sí, Sir Elton! Lo siento, irradia calor y da cosquillas y estoy feliz de que sea así, porque como diría una de mis mentoras contemporáneas: lo peor que te puede pasar es sentir frío en el corazón.
miércoles, 12 de octubre de 2011
C + A + R + L + A
En la vida real (fuera del escenario) me han llamado: Car, Carli, Carlu, Carlis, Carlita, Carlota, Carlucha, Carluchi, Carloncha, Carlanga, Carlos, Carlitos, Charlie, Chu, Chux, Chunita, Chunli, Churrumina, Chiqui, Chiquita, Corazón, Cosa, Cosita, Bonita, Bombóm, Bombona, Pokemona, Pokeoso, Amiga, Amor, Amoricto, Loca, Loquita, Flaca, Flaquita, Negri, Negrita, Bebé, Bebota, Gorda, Gordi, Mamita, Gringa, Gringuita, Muñe, Muñeca, Reina, Princesa, Linda, Puta, Putita, Putona, Perra, Perrita, Gata, Gatita, Neurus, Hormiga, Loli, Petri, Petriyo, Petrilo, Petrilio, Potrillo, Ño, Ñoña, Ñoñosa, Mordelona, Gregré, Gruñona, Pitufa, Bichito, Bruja, Vampira, Puerquito...
La lista sigue. A lo que quiero llegar; me tildan de estoica o pragmática cuando digo que todo, absolutamente todo es relativo. Hay que admitirlo: Las verdades tienen fecha de vencimiento. Existen las opiniones y la dificultad a veces demasiado evidente de definir y definirse. Estas nomenclaturas dan cuenta de las diferentes interpretaciones que hay sobre lo que soy. ¿Será momento de ponerme a armar el rompecabezas?
lunes, 10 de octubre de 2011
071010
// Me desahogo con la almohada. Estoy a punto de caer por el filo de la cama. Hay un silencio que gotea y una mascota que se acurruca en el sillón. Mi madre se fue a echar suerte por otros lares, mi padre duerme entre nostalgias polvorientas y mi hermano ama en un lugar lejano que me vio crecer. “I” no es más que un montón de cartas, “F” se escapó por los caminos de la vida y “M” jamás existió. La casa parece un fantasma errante y las ventanas no parecen dibujar un exterior. Oigo los pájaros que se acomodan en el techo y a mi alrededor, solo las cajas que encierran el pasado. El fantasma (parece ser) soy yo, el eje de una historia que metamorfosea el resto pero me deja como evidencia de lo que “ha sido”. De golpe, la frase de Barthes escrita en la pared me toma por la espalda y me abraza para que pueda dormir: “La vida está hecha a base de pequeñas soledades”. Ya lo creo. Hoy estoy sola, me sé sola. Soy ese punctum, esa foto borrosa, esa palabra que queda en loop a través del tiempo. Y me duele el tiempo que pasa y me mezquina un poco de paz. Me duelen los secretos que me guardo para mi, lo que no se dice y el abrazo que no llega. Me duele la nostalgia y lo que fuimos. Me duele la vida, el pecho, lo que no late, lo que se muere adentro. Me duele el egoísmo de saberme marchita, el olvido, la rutina. La tierra en los zapatos, las sábanas sin color. Me duelen las camas tibias, los perros inocentes, el pasto crecido, las tejas rotas. Me duele la media sonrisa, la conversación banal, el sin sentido. Me duelen las manos, el pelo que crece, las uñas despintadas. Me duelen mis padres y mis amores. Las casas que he visitado y las veces que lloré. Me duele ser un comodín, un oyente. Me duele la indiferencia a nuestros propios motivos, el espejo, la carne, el suelo que una vez pisaste. Es mucha angustia, mucho drama, mucho dolor. Y sin embargo, no pido morir. Todo continúa su curso carente de magia. No me salvará el amor ni la exaltación de la vida. Solo yo misma podré aceptar el vacío y finalmente existir en la libertad del abandono de todo recuerdo. //
(un año. me leo y no me reconozco)
viernes, 7 de octubre de 2011
La lluvia es un motivo visual que vuelve todo más intenso
En alguna realidad paralela, hoy salí de mi casa, como toda mañana de lluvia, pisando charcos con mis botas floreadas y observando el tránsito y el andar de lo que me rodea acrecentar la velocidad de sus movimientos (algunos creen que se mojan menos por ir más rápido). Yo caminé lento, en el mismo ritual, cruzando en las mismas esquinas, saludando a la misma plaza, mirándome en el mismo gran espejo de Canal 9. Justamente en esas calles archiconocidas, entre la cortina de agua y el filo de mi paraguas, apareció esa cara familiar y a la vez extraña. Esa imagen del amor, nebulosa, excitante. Manda a buscar a tu no buscar y estos serán los resultados, pensé. Me dió la mano y me invitó a dormir la siesta. Yo acepté y me fui, porque no hay cosa mejor que esa complicidad ancestral que no necesita de las palabras.
sábado, 1 de octubre de 2011
Stolker Mononeuronal
Y si. Te lo dedico a vos, que tal vez entres a este espacio, como hacías hace un tiempo para registrar cada uno de mis movimientos porque no te alcanzaron los ahorros dentro de la caja de lata ni la plata en el plazo fijo para comprarte una vida o al menos un poquito de dignidad (si ya sé, es algo caro en estos días pero deberías pensarlo como una inversión a futuro). Es un mini descargo, simple. No se gastan demasiadas palabras en algo tan gris, tan punto medio y tan M.R.U. (Movimiento Rectilíneo Uniforme). Tuve paciencia, que no fue para nada santa ni digna de admiración. Lo que tuve que soportar al menos sirvió para aprender que nunca más voy a estar en ese embudo de cosas negativas y denigrantes que significaba escuchar tus vacíos comentarios. "Nunca nadie te va a querer". Si, claro. Hablale a la mano, capaz que se copa y no te rompe la nariz. Y si no me quieren, que me importa! Al menos me hago cargo de lo que soy. ESTO, sólo ESTO: una mezcla caótica de impulsos, contradicciones, sentimientos extremistas... eso y mucho más en sólo 1.58 de altura. Y te lo grito en la cara y me burlo de tu intento cobarde de querer robarme o copiarme lo que soy, lo que de mi te servía, lo que tanto criticaste y usaste luego para suplir tu falta de originalidad. Soy muchas veces esclava de las palabras que no me atrevo a pronunciar, pero nunca del hecho de no haber amado, no haber sentido. Soy leal como espartano en batalla y eso es algo que nunca tu neurona solitaria llegará a comprender. Ya pasé la goma Dos Banderas sobre tu nombre. Ahora lo guardo en el subsuelo de la biblioteca de experiencias en el bibliorato de Expedientes Irrelevantes. Que te sea leve. Que te vaya bonito. Hace tiempo que dejé de odiarte. Te regalo a partir de hoy mi completa indiferencia.-
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