lunes, 21 de noviembre de 2011

Yo soy ANNIE HALL

A veces pienso en esa época, fue corta pero significativa. Ese tiempo de pelos largos, billeteras vacías y una habitación sin pintar. Había una foto fuera de foco, varias tazas de té a medio terminar (porque éramos hippies tomadores de té), listas de pendientes y una computadora al borde de la muerte repleta de .txt con proyectos inconclusos. Había un amor tan profundo que el aire era espeso. Se habían juntado mi querido oso Tito y su mantita de bebé. Era una de esas historias que parecían compartir un pasado más allá del tiempo y del espacio. Nacidos en el mismo año, con los mismos caprichos infantiles, nos dábamos unos abrazos interminables.
El calor de su pecho, el olor a Dove en sus axilas y en las mías, el pelo enmarañado. La guitarra desafinada, su voz desafinada. Mis cuadernos negros, llenos de misterios. El póster de una película que ya ni recuerdo. Un "Te amo" dibujado detrás de la cabecera de la cama con fibrón indeleble sobre esa pared gastada. Millones de cosas, muchas aventuras, mucho ego, mucho cariño. Esa sensación increíble de poder decir "de vos me gusta todo". El mismo brillo en mis ojos y en sus ojos, ese brillo de amor y de encanto, de orgullo casi fraternal, de locura rabiosa. Ese corazón que late como nunca.
Eso fue amor. Eso fue pasión. Eso para mi fue la vida.
Hoy ya somos burgueses, tenemos otras historias a cuestas. Nos volvimos oscuros cuando se nos voló la ternura. Hoy la misma habitación se llenó de tecnología, de cosas caras y caretas. Ya no hay fotos fuera de foco ni tareas pendientes. El aire es fresco, como debe sentirse el vacío. Y las paredes están perfectamente pintadas de color rojo, penetrante. Un color espeso, llamativo, fuerte… Quizás para que a aquel pequeño "Te amo" dibujado en tiempos de antaño no se le ocurra salir y recordarnos que por un momento, fuimos otros y fuimos felices.



(finalmente lo encontré. éramos tan jóvenes)

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