jueves, 3 de noviembre de 2011

Fútbol


Cambiás un hábito y cambia todo. Hoy vine al trabajo caminando por la vereda opuesta a la que acostumbro. Se sintió raro y llegué tarde (tengo un GPS visual y me pasé dos cuadras al no percibir de refilón el bar rojo de la esquina en la cual tengo que doblar). Lo fantástico fue que en el camino me encontré una foto tirada. Apareció de la nada, delante de mis pies. Bordes redondeados y colores gastados. Fecha: Octubre de 1981. Una foto maravillosa, un grupo de pibes en un potrero. Sus caras, sus expresiones, la pelota… un tesoro que sólo Barthes podría apreciar en su totalidad. Me la guardo solo para mí porque así lo quiso el destino. La cuestión es que me hizo pensar en mi club, el Club Atlético Amigos Unidos de Balcarce. Mi papá era director técnico, mi hermano el 9 del equipo, mi mamá miembro de la comisión y yo… bueno, hincha oficial y la chica que atendía el quiosco de la cancha y preparaba las hamburguesas y los panchos. Esta foto que acompaña el post, son “los cuervos” clase 88, en un torneo que se jugó en Necochea y en el cual salimos campeones con un gol (modestia aparte) in-cre-í-ble de mi hermano. ¡Cuántos recuerdos! El fútbol, para mi, fue (y es) mucho, demasiado. Tengo tantas anécdotas, tantos viajes, tantos partidos vistos. Subirme al colectivo de la hinchada, colgar las banderas, las cábalas de mi viejo, los insultos, las lesiones, los festejos, las fiestas de aniversario, las rifas, la tribuna… tantas cosas, tanta emoción que revive hoy, con una foto que trajo el viento. Nada es casual. Llego al trabajo, prendo la computadora y tengo una nueva solicitud de amistad: “Los Cuervos de Balcarce”. Justo el día en que me pongo a pensar en ellos. Justo cuando necesitaba recobrar las emociones perdidas.

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