En una noche calurosa de verano, la ventanilla del taxi semiabierta hace que mi pelo se revuelva de una forma que me adormece y se convierte en una especie de caricia placentera. Bajo el efecto residual de una película, me dejo llevar por las siguientes reflexiones y poco a poco me enamoro de mi misma. Pienso en los papeles a interpretar, en esos casilleros vacíos en los cuáles podría etiquetarme. Hay quienes nacen madres, amantes, esposas, musas intocables, mujeres serviles, fetiches, amas de casa, devotas al trabajo... distintas máscaras donde podemos ocultarnos. Pero habemos los que sencillamente somos Guidos Contini (o Anselmi). Complejos e indefinidos. Con ansias de obtener de todo y de todos aquello que pueda servirnos, satisfacernos. Una búsqueda constante en la contradicción de ser eternamente un niño viviendo en el cuerpo de alguien que debe adaptarse a las convenciones. Desafiando la moral y rompiendo sus barreras en los oscuros caminos de la mente. Convirtiendo cada cosa, cada detalle en materia maleable para nuestra imaginación. Jugando en los límites de lo lúdico, lo real, el ensueño, lo platónico. Conviviendo con aquellos a quienes no podemos aferrarnos. Soportando una crisis existencial continua que transforma el entorno en mundos desiguales al ritmo mismo de nuestras ideas. -
Escuchamos esa ovación que repite nuestro nombre festejando esas imaginadas hazañas sin precedente. Viviendo en el borde de la realidad conocida, con la pasión por piel y esa manía de creernos dioses de nuestro propio universo.
Una vez más.. que las luces se enciendan y me soprendan en los momentos más íntimos fantaseando con ese lugar donde solo habitan mis fantasmas y deseos.
Mi álter ego y yo , en sintonía perfecta con un mundo hecho a mi medida.
Para un complemento de lo dicho, véase:
"8 1/2" de Federico Fellini
"Nine" de Rob Marshall
1 comentario:
Me encantó! me senti muy identificada!!
y ya que estamos te cuento que me gusta mucho tu blog
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