martes, 27 de diciembre de 2011

Historia de un cronopio en una caja

Lily tenía el pelo como la peluca de mis muñecas Pinypon. La misma forma, la misma estructura. Un casco de pelo perfectamente uniforme delimitaba su cara redonda y coronaba su simpática y pequeña figura. A mi se me figuraba como una mezcla de hada-gnomo cada vez que la veía caminar con pasos cortos por la galería del colegio. Era una mujer bajita, con voz tímida y aguda. Recuerdo como me llevaba de la mano desde el patio del jardín de infantes hasta la improvisada biblioteca del aledaño colegio primario (al que luego asistí) para prestarme libros. Como a muchos de los vecinos del barrio, le fascinaba que a los tres años pudiera leer correctamente e interpretar a mis personajes preferidos de los cuentos. Pero esto no hace a la historia que quería contar. Así que, hago un viaje temporal y me voy a mis nueve años, a la biblioteca pública municipal, paseando entre las estanterías. Mi papá, en el mostrador de entrada charlando con ella, Lily, que trabajaba (al igual que en el colegio) de bibliotecaria.
Caminé hacia el mostrador feliz con un libro de mitología romana en la mano. Ella me sonrió y le dijo a mi papá algo que cambiaría mi forma ver la vida para siempre: “Carlita es tan simpática, es un cronopio”.
(y ese fue el principio del fin o el comienzo de un fin o el fin del principio de muchos fines y principios y comienzos sin finales)
Y yo que era una nena que no podía dejar de hacer preguntas, pregunté sobre los cronopios. Lily me contó y así fue como terminé llevándome a mi casa el libro de mitología romana y el libro de los cronopios y los famas. Los leí a los dos y volví a la biblioteca llena de nuevas preguntas, no sobre mitología (ese era un tema fácil) sino sobre esas cosas que Lily afirmaba que se parecían a mi.
“¿Quién más es cronopio? ¿Cuántos cronopios hay en Balcarce?”… ella se reía ante mis tribulaciones y con una voz leve y para salir del paso (según entiendo hoy desde mi triste adultez) me dijo que no había muchos cronopios y que eran difíciles de encontrar. Yo seguía confundida y un poco atormentada por hecho de que quizás yo era el único cronopio en la ciudad. Eso era algo terrible. Me prestó el libro una semana más y yo me fui a mi casa a hacer lo único que podía hacer ante mi evidente cronopiedad y la falta de otros cronopios a mi alrededor. Una media verde manzana, botones, bordado y estuvo listo: mi nuevo amigo Cronopio.
Linda amistad la nuestra. Le presenté a mis amigos de peluche, le conté varias historias, paseamos en bicicleta, dimos varias vueltas en el camión con mi abuelo… hasta lo mordió mi perra y mi mamá me lo lavó con jabón en pan.
Yo estaba orgullosa de mi Cronopio. Por eso, lo llevé conmigo a la clase de literatura (a la escuela de arte a la cual me mandaban como complemento de la escuela “normal” para que no me aburra). Había que llevar un muñeco y representar en el escenario de títeres una historia. Felices asistimos mi Cronopio y yo y deleitamos al público con nuestras andanzas. No se si fue un ataque de ansiedad o de emoción, pero me separé de mi amigo y lo guardé en mi caja de útiles para irme al recreo a intercambiar papeles de carta con otras nenas.
Eso fue todo. Volví y no estaba donde lo había dejado. Hoy sé que quizás alguna nena me lo sacó, porque a decir verdad (modestia aparte) era muy bonito. Pero eso lo pienso de grande, con varios años encima e inocencias perdidas. En ese momento, no. En ese momento, lo busqué sin cansarme, sin desilusionarme. Lo llamé, lo pensé, lo soñé. En el fondo de mi corazón sabía que lo había traicionado. Lo había encerrado. Había encerrado a un cronopio en una caja (grave error). Lo dí por perdido. Me quedó la esperanza. La búsqueda se convirtió en espera de esa criatura que andaba suelta por el infinito y que era la única que me comprendía. En el fondo de mi corazón de frutillas creía que algún día, ese cronopio, mi Cronopio, aparecería en algún lugar perdido del mundo porque yo lo había creado y sobre todo, porque era mi amigo.


Esta es mi historia con los cronopios.
Casi nada cambió. Las palabras y las ideas no son de nadie, vuelan libres por ahí. Mutan, se ponen complejas, pero uno ve la línea ondulante sin dirección definida que van dibujando para nombrarnos y darnos entidad.
Lily me decía simpática. Ahora me dicen rara.
Carla es una chica rara.
Ya lo sé. Me di cuenta de eso a los nueve años en una biblioteca.
Fue la crónica de una soledad anunciada.
La soledad condensada en una esencia, en un rasgo, en una palabra.
Y esa palabra es cronopio.

martes, 20 de diciembre de 2011

Oceánides, otra vez


Al final
el simpático aullar de las olas
corrompe y mata
los sentidos del viento

lunes, 19 de diciembre de 2011

Vive


Corazón cobarde...
¿vamos a dar una vuelta en nuestro carrusel de mentiras?

martes, 13 de diciembre de 2011

Let it rain!


Agua y soy feliz. Lluvia y soy feliz. Si existen las vidas pasadas, en alguna fui pez (e hice burbujas de amor por dondequiera). Una vez, en el polideportivo de Balcarce (creo que tenía catorce años) estaba esperando el bondi debajo del alero. Llovía mucho. Había terminado de jugar al fútbol y estaba muerta de calor. Recuerdo que me saqué la remera y salí a correr bajo la lluvia. En corpiño y short de fútbol. Libre. Sin rumbo. Recuerdo los truenos, los charcos, las sierras cubiertas por nubes, los árboles que se movían, la gente que me miraba desde la galería. Me gané el título de desequilibrada. A mis viejos no les importó. Al resto de mi familia, tampoco. ¿A mi? Mucho menos. Pienso salir por Buenos Aires, a correr así una vez más. Seguramente me metan presa por exhibicionismo. Mientras tanto, practico bajo la ducha del baño. Con el short de fútbol y el corpiño puestos.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Out of tears

El 9 de junio de 2011 después de escuchar la canción de los Stones, esto pasó por mi cabeza y lo escribí:


"Para todo hay un momento, un momento justo. Se sabe, se siente, es puro instinto... es ese y no otro. Son esas pequeñas epifanías de las que hablaba Borges. Hoy tuve una. No es fácil, hay que saber buscarlas, estar atenta. Y si el momento pasa, pasó y muere, ahi queda. El pasado no existe. Todo puede cambiar de sentido en un momento, con una sola imagen, una sola frase. Y entre el caos de incertezas que sacuden mi cabeza, algo sé, me conozco. Digo "adiós y buena suerte" y ahi quedó todo. Me voy sin nada a cuestas y sin mirar ni una sola vez hacia atrás."


Hoy, 9 de diciembre de 2011, puedo decir que esa profecía se cumplió.

Por algo la habré catalogado como epifanía.

Algo se quiebra adentro cuando esas cosas suceden.

¿Cómo estoy?

Nunca me había sentido tan fantásticamente inestable en toda mi vida.

martes, 6 de diciembre de 2011

Todo tiene que ver con todo


"And I will die, and you will die, and we all will die,
and even the stars will fade out one after another in time.
"

Melancholia de Lars Von Trier + Desoltation Angels de Jack Kerouac
(combo explosivo para volar neuronas)

sábado, 3 de diciembre de 2011

Cruzando historias





"Es todo el mundo, quiero decir. Todo lo que hace la gente es tan..., no sé..., no es malo, ni siquiera mezquino, tampoco estúpido necesariamente. Simplemente tan minúsculo e insignificante, y... deprimente. Y lo peor es que, si te vuelves bohemio o algo así de loco, sigues siendo tan conformista como los demás, sólo que de un modo diferente. - Se calló. Sacudió la cabeza brevemente, con la cara muy blanca, y por un segundo se tocó la frente; al parecer, más que para comprobar si estaba sudando, para ver, como si fuera su propia madre, si tenía fiebre -. Me siento tan extraña. Creo que me estoy volviendo loca. Puede que ya lo esté."

(Franny Glass / Fragmento de "Franny and Zooey" de J.D. Salinger)

Unas semanas atrás, les conté a mis amigos de teatro que cuando me quiero escapar del trabajo me encierro en el baño y no quiero salir. La gente que trabaja conmigo ya se dió cuenta de que hago eso pero parece importarles muy poco. Me justifican con esta simple frase: "Es que ella es una artista, no es normal". Cuando conté esto en clase, la Bruni exclamó: "¡Sos Franny Glass hija de puta!" (siempre tan pedagógica) y me mandó a leer este libro. Hoy ya puedo afirmar que los Glass son una familia amiga. Los conozco y se ganaron mi afecto. Eso si, leer los pensamientos de Franny, fue... un viaje terrible a un mundo se sensaciones vividas que a veces prefiero olvidar. Ella se encuentra en un bar con su novio Lane después de dos semanas:

"-¡Me alegro tanto de verte!- dijo Franny cuando el coche se puso en marcha-. Te he echado mucho de menos. Ni bien hubo pronunciado esas palabras comprendió que no las sentía en absoluto. De nuevo con un sentimiento de culpa, cogió la mano de Lane y entrelazó sus dedos con los de él cariñosa y estrechamente."

Nunca más estaré en ese lugar. Es uno de los pocos nunca que me permito sostener en mi cabeza que anhela la relatividad constante. "Perdoname, pero estás loca"... fue su argumento cuando parecía que todo se terminaba antes de empezar. Sin embargo, volvió y todo fue mágico. Vimos durante muchas noches el cielo de Boedo entre tangos y delirios. ¿Qué mejor que perderse en un amor sin definiciones?. No le conté casi nada de lo que soy. Él fue un enigma para las personas que me rodean, solo un nombre que resuena cada tanto. Hasta que llegó (lo que podría llamarse) el final melodramático. Una noche me escapé corriendo de un bar. Llovía mucho. Con mi piloto rojo, el rimmel corrido, ahogada en llanto en una esquina perdida de Villa Crespo lo miré y le dije: "¿Estás seguro de lo que me estás diciendo?". Él (que nunca negó su cobardía) no respondió. Yo me fui. Así como me fui ayer (después de pasar junto al grupo de amigos maravillosos que compartimos en común) cuando me preguntó por qué no me quedaba. No me di vuelta para mirarlo, no había necesidad de sumar una gota más de dramatismo.


Como Franny, nunca oculté mi locura.

Como varios, aún creo en que es posible "a love story in an absolut world".

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