La frase “siempre se le pega al caballo que más tira” es una
conjunción de palabras que me tortura y me sacude la cabeza por su naturaleza
tan injusta y tan real.
Siempre hay un caballo que tira más, que puede más y que
paradójicamente, pide menos y es más dócil. Está en su sangre correr. Está en
su sangre el sentido del deber. Está en su sangre tirar para adelante, la
lealtad a su carro, a su casta, a su dueño, a su meta.
Aquel que tira, lo sabe. Aquel que tira, reflexiona… ¿para
qué darle tanto alimento al caballo que tira mucho si va a correr de todos modos? Le reduce su ración y alimenta más a los caballos más débiles y perezosos con la esperanza de que algún día todos sus potros sean ágiles
y pueda sacar un mayor provecho de esas bestias que le pertenecen.
Entonces, el caballo que más tira, come menos, corre más, se
agota, pero no deja de correr. El resto de los caballos, se regocijan al saber
que su holgazanería es premiada y descansan en su marcha, sabiendo que el carro
siempre llegará a destino.
Hasta que un día el caballo que más tira, se enferma. No
tiene fuerzas y corre más lento. El que tira, se decepciona y redobla sus
golpes, ajusta las riendas, lo castiga. El caballo no lo entiende y se pregunta
¿por qué la mano de mi amigo se vuelve contra mí cuando más lo necesito?… no se
da cuenta de que su existencia es una mera ganancia, una mercancía, una fuerza
de trabajo que al extinguirse, se reemplaza y se olvida.
Si. Siempre se le pega al caballo que más tira. Lo que no
sabe aquel que tira, es que existe la posibilidad de que ese potro que empuja,
que trabaja, que es entusiasta y que es leal, puede algún día romper el establo
y correr libre como bestia salvaje, con las crines al viento, con su alma
gentil alejándose en el horizonte, olvidándose de la mano ingrata que levantó
el rebenque en tiempos de necesidad. Y los caballos holgazanes, aprovecharán el
hueco en el establo y huirán lejos de su dueño, porque nunca los ató nada más
que la retribución en forma de alimento.
Y si, aquel que tira, con el correr del tiempo, encontrará
otro caballo que tire, pero el establo ya estará roto y habrá galopando suelto
en el mundo un caballo que se rebeló y que conoce en carne propia las miserias del hombre.